Después de la desaparición ante un Cádiz que esta jornada perdía 0-3 al descanso ante el Athletic, el Barça tendió a poner orden con su juego, asegurándose la pelota y generando peligro tanto entre las líneas como por los extremos, por la superioridad numérica de Alves en la media, en un partido con una intensidad muy alta. Ese plan interiorizado al que no siempre recurren. Y la misión tenia su qué, porque la Real Sociedad, capitaneado por un enérgico Rafinha o Rafael, comparecía sin haber encajado ningún tanto en Liga en 2022. Desde diciembre ante el Villarreal. Los azulgrana solo tardaron diez minutos en tumbar el muro donostiarra.
Necesitó una doble jugada. Primero una incursión de Dembélé con un disparo colocado que golpeó en el poste y después, con un Gavi convencido que recupero la pelota para lanzar un pase en profundidad a Ferran Torres, que se sacó un globo que Aubameyang cabeceó a la red. La grada, que apretaba mucho y que la tomo con Piqué, enmudeció.
Era un Barça disciplinado, que prestaba atención a los rivales de manera personalizada. No por ello la Real se batió en retirada. Con un mundo por delante se afanó por empatar, sobre todo aprovechando por banda las envestidas de Zanuzaj y Rico. Funcionaba con gasolina súper de una afición que agitaba sus bufandas sin desánimo. Su ímpetu, sin embargo, no se tradujo en ocasiones. Un flojo remate de cabeza de Sorloth era poco.
Para contrarrestar, Xavi ordenó alternar la permuta de extremos de manera ocasional, pero fue Alves quien aporto más y mejores soluciones al centro del campo y al ataque. Un disparo envenenado de Frenkie de Jong devolvió la compostura a los azulgrana pero dos posteriores con verdadera malicia de Ferran y Auba advirtieron que el Barça era un serio peligro. La Real dio el susto al final de la primera parte, con un contragolpe que Isak tuvo en la mano y desperdició con un chut que ni él mismo entendía. La más clara pero malgastada.
La Real arrancó la segunda parte arreando de verdad, imprimiendo ritmo e intensidad. Un par de aproximaciones desparramaron un escalofrío en el banquillo azulgrana. El lanzamiento de varios objetos sobre Ter Stegen obligaron a parar unos minutos el partido pero lejos de enfriarse, la Real seguía apretando. El segundo parón fue más estremecedor. Araujo se señalaba la rodilla, se tiraba al suelo y ponía sus manos en la cara. Lesión en apariencia grave y muy dura para un Barça desconcertado. Le suplió Eric Garcia.
Algo extraño sucedía, Era un Barça distinto. Perdía balones con una facilidad infantil. Nada que ver con la primera parte. Todos los duelos y todos lo balones caían de lado donostiarra. Ter Stegen desbarató otra aventura vertical de Sorloth. El equipo azulgrana iba camino de encajar un gol irremediablemente. No pasaba del centro del campo. El infortunio continuó después con la lesión de Alves. Entró Dest con la misma misión: dar superioridad en la media.El Barça quería recuperar el balón pero no sabía cómo. Y de nuevo el
portero alemán sacaba una manopla para despejar otro remate de Januzaj. La grada se mofaba de Piqué: "Piqué llama a Rubiales",
le decían. Necesitó veinticinco minutos para idear una jugada con tinte
azulgrana, con pases y pases. Fruto de su recuperación, el Barça
hilvanó un centro atrás de Ferran que Gavi
lanzó fuera. Los nervios se apoderaron de todos. Cualquier incidencia
alargaba los segundos. La agonía duró diez minutos más, con la Real
reclamando una mano de Alba. Los jugadores acabaron sin aire sobre el
césped.
Fuente fotos: www.mundodeportivo.com y www.laopiniondemalaga.es
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