Flick continuó con su libreto habitual de alineación, aunque introduciendo tres retoques, dos previstos como la recuperación de Koundé y el retorno de De Jong y algún otro inesperado como el de Gerard Martín por Balde. La entrada del neerlandés avanzó a Pedri y sentó a Olmo, artífice goleador en el derbi. No faltó Lamine Yamal, silbado con fuerza cuando su nombre sonó por los altavoces del estadio en contraposición con la ovación para Maksimovic, la joya local también de 17 años.
La primera acción de peligro, sin embargo, la firmó el extremo de Rocafonda que cazó un centro que atajo el portero. No habían pasado ni cinco minutos. Hasta entonces, el relato culé se había visto interrumpido por otro gol anulado, el 14, por fuera de juego de Elsnik, el 100. Este Barça funciona así pero en Belgrado no lo sabían. Minutos después, los azulgrana se avanzaron a balón parado con un remate cruzado de cabeza de Iñigo Martínez. El fútbol del Barça es así.
El muestrario de recursos era apabullante. Era un partido monotemático. Posesión, presión, recuperación y cualquier intento, como el de gol olímpico de Raphinha. Al Barça se le estaba poniendo cara de malvado y no quería soltar a su presa. Desplegaba su juego como una manada. El brasileño lo volvía a intentar con un latigazo de los suyos.
Pero el sistema se hizo trizas por accidente, por un simple desajuste. El Estrella Roja, que se había limitado a reclamar un penalti inexistente, hilvano una combinación que desactivo la línea de fuera de juego culé. El balón le llegó esta vez a Silas, vía Ndiaye, y esta vez, expuesto, nada pudo hacer Iñaki Peña. Era el empate, pero a los puntos, los de Flick se seguían llevando el encuentro.
El Barça iba a lo suyo, con incursiones como una de Lewandowski que alteró a una grada hostil. Lamine también lo intentaba. A nadie se le pasaba por la cabeza que la maldita mala racha fuera pudiera continuar en Belgrado. A nadie. Los azulgrana iba haciendo hasta que un zambombazo de Raphinha golpeó en el poste y Lewandowski, todo un buscavidas, atrapó la pelota para rematar a bocajarro. El Barça se iba al descanso ganando. Lo merecía.
La segunda parte arrancó con dos casi goles, uno de Pedri y otro más claro aún de Lewandowski y dos tantos que sí lo fueron. Los dos consecutivos que finiquitaron el encuentro. Uno del polaco, otro en la línea de gol, y el ya habitual de Raphinha desde la frontal del área.
La historia del partido ya estaba escrita. El Barça sumaba su tercera victoria, rompía el maleficio fuera de casa y consumía los minutos para devolverle la segunda parte del derbi a Flick. No había ánimo ni para protestar jugadas que encrespan a los jugadores. Un fuera de juego que evitó la ley de la ventaja para los azulgrana. El gol de Fermín premió a un jugador con mucho gol y que atrapa lo que se le planta por delante.
Sólo la puntada en la cabeza que recibió Cubarsí y que obligó a sustituirle por Sergi Domínguez inquietó a Flick. Ni el gol del Milson le alteró.
Crónica publicada por Gabriel Sans, MD.comFuente fotos: www.mundodeportivo.com y www.laopiniondemalaga.es
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